TURISMO INDUSTRIAL OLEÍCOLA

Una nueva economía de expansión

Son muchos los proyectos que buscan el desarrollo de la industrial oleícola en otros sectores además del agrícola. Grupos de investigaciones en Marketing y Gestión Turística, pueden lograr situar el aceite de oliva extra virgen como un recurso endógeno. El cual, sea capaz de activar las economías locales desde un punto de vista agrícola, turístico, económico y social.

La cultura del aceite de oliva es la clave del turismo industrial oleícola.

El aceite de oliva ha sido, sin duda, considerado a lo largo de la historia como oro líquido. Esto, se debe a la trascendencia económica y social que a lo largo de la historia ha tenido dentro de las poblaciones. Es por ello que, la producción de aceite de oliva ha sobrevivido al paso del tiempo, adaptándose a diferentes realidades sociales y económicas. Así como a las fuertes demandas del mercado.

El turismo industrial oleícola, por tal,  constituye un importante legado cultural de España. Puesto que, la vida de  pequeñas localidades de montaña siempre ha estado asociada, durante los últimos diez siglos al cultivo del olivar, convirtiéndose en la economía principal de estas tierras. Eso ha permitido rescatar oficios artesanales como el pellejero, el cestero, el hojalatero. Además del albardero, el herrero o el arriero. Lo cual,  se relaciona con aquellos elementos que servían para acumular o acarrear la aceituna. Y que, en la actualidad son considerados importantes por lo que históricamente significan.

La tradición como punto focal del turismo industrial oleícola.

La recogida del fruto del olivo siempre fue una actividad con un fuerte carácter social. Al punto que, año tras año era el lugar de encuentro de mozos y mozas casaderos. Sobre todo, en un tiempo en el que la división laboral y social de roles estaba perfectamente definida. Por lo que, le  correspondía al hombre el trabajo visible y remunerado. Mientras que, a la mujer aquel relacionado con la casa y las tareas de la crianza.

Pero, era en la recogida de las aceitunas donde se encontraban los jóvenes de ambos géneros y se suscitaban los primeros acercamientos. El cortejo y el flirteo, estaban a la orden del día mientras se lidiaba con las aceitunas.

Recordemos que, el apañarse con las aceitunas era consecuencia de una actividad conocida como “vareo”, la cual es una técnica ancestral que se fundamenta en golpear las aceitunas en el olivo con  varas, finas, largas y flexibles. Además, poder apañar aceitunas suponía el sustento de muchas familias antes de la segunda mitad del siglo XX.

Todo esto y mucho más es parte de la tradición que determina la esencia de un pueblo. Y que, hoy en día, constituye uno de los puntos más importantes del turismo nacional.

Conocer todo el proceso de producción del aceite de oliva resulta un gran atractivo turístico.

Desde tiempo inmemoriales este proceso arrancaba  con la molienda, donde se trituraba la aceituna, para poder separar los líquidos de los sólidos; a través de prensas hidraúlicas. Las cuales, están dotadas de cilindros compuestos por capazos de esparto. Posteriormente, se introducía la pasta de la aceituna molida y la presión ejercida provocaba la salida de los líquidos, mientras que los sólidos se retenían en los capazos. El aceite caía en depósitos y los alperujos se depositan en prensas con capazos mojados en agua caliente, acumulándose unos sobre los otros. En este punto se extraía el aceite de oliva que se guardaba.

Estas prensas tan antiguas ahora son reemplazadas por hidráulicas; haciendo que el trabajo sea menos engorroso. Es muy interesante conocer la forma tradicional y artesanal en que este proceso se llevaba a cabo. Considerando que la industria oleícola es en la actualidad una de las empresas agrícolas más importantes de España.

Otros aspectos interesantes.

En la elaboración del aceite de oliva  se solían usar los capazos redondos de esparto. Estos, cumplían el rol de desagüe. Y hasta el día de hoy, resultan una gran tradición con alto valor simbólico. Destacan  la famosa quema del capazo, donde se puede mencionar la de la Torre de Don Miguel celebrada el primer domingo después de Pascua de Resurrección. También, la de San Andrés en Perales del Puerto que se conmemora el 30 de noviembre.

Todas estas festividades en las cuales se hacen arder los capazos; no son más que la conmemoración de la transición de una estación a otra, es decir, el fin del invierno y el comienzo de la primavera, siendo un tiempo para siembra.

Tradición, historia y cultura se funden en el buen hacer de un oficio que en la actualidad es una atracción del turismo industrial oleícola.

Entradas recientes